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Ni tarde, ni temprano. Justo cuando quería llegar diciembre 4, 2018 9 min.

Lo peor que le puede uno decir a Rob Marshall es que su película es un remake. “Es mortificante”, le dijo el director recientemente a Entertainment Weekly.

Jamás. Nadie podría tocar eso. Pero sí podemos continuar en esa tradición narrativa con nuestro propio elenco, nuestro propio mundo y nuestra propia sensibilidad.

Con una mezcla de ingredientes originales y retomados del pasado, la nueva aventura de la niñera más famosa del cine sitúa la historia 25 años después de la primera, una vez que los pequeños Michael y Jane son adultos.

Michael (Ben Whishaw) acaba de perder a su esposa y, sumido en la crisis que golpeó al mundo en los años 30, ha perdido su alegría y sentido de maravilla. Él y su hermana (Emily Mortimer) necesitan ayuda desesperadamente.


El que la trama esté situada en la Gran Depresión es sólo una de muchas ideas que esta versión rescatará del material original. (La batalla entre Disney y la autora de los libros, P. L. Travers, por los cambios que sufrió su novela quedó registrada en la película El sueño de Walt, de 2013). Aún así, el filme de Marshall busca mantener el espíritu que ha convertido a Mary Poppins en un clásico atemporal del cine familiar.

Nuestro mantra fue: ‘ser respetuosos con la original, pero contar la historia a nuestra manera.

Nos dice el productor Marc Platt (La La Land), durante nuestro recorrido por el “Museo de Mary Poppins”, una exhibición que la producción ha armado en los Estudios Shepperton, donde se filma esta secuela. Rodeados por algunos de los 498 vestuarios que diseñaron y toda clase de artilugios y props que fueron creados específicamente para el filme –entre ellos, la bolsa sin fondo de Mary Poppins y su paraguas con mango de loro parlanchín–, resulta clara la reverencia y admiración que se le ha guardado a la primera cinta.

Tal ha sido el cuidado al detalle que, según el diseñador de producción, John Myhre (Memorias de una geisha), incluso buscaron el “permiso de la marca Royal Doulton [fabricantes de artículos de cerámica] para usar su logo en la secuencia en la que los personajes se meten al dibujo en un tazón”. Dicha secuencia, mitad animada, mitad acción real, es otro de muchos homenajes que la versión de Rob Marshall hace a la aventura original, en la que Julie Andrews guía a los niños Banks a través del universo de una pintura en el piso. La mezcla de live action y caricatura es, sin embargo, más sofisticada que hace 50 años, pero la magia y sentido de maravilla siguen ahí.

Prácticamente perfecta en todo

Para que la sensación de magia no distara del clásico de los 60, era crucial encontrar a una Mary Poppins que estuviera a la altura de Julie Andrews –quien por éste, su primer papel en cine, se llevó el Oscar a Mejor actriz–. “¡¿La chica del tren va a ser Mary Poppins?!”, le dijo a Associated Press el actor Dick Van Dyke, quien interpretó a Bert, el limpiachimeneas, y quien tendrá un cameo como el hijo del banquero que él también hizo en la original. “Tiene unos zapatos grandes que llenar, pero creo que lo hará genial”, señaló al enterarse de que Emily Blunt había sido la elegida para encarnar a la niñera legendaria.

Además de una Mary Poppins que no ha envejecido, la nueva película nos presentará a otros personajes, como la prima de la niñera en los libros, Topsy-Turvy (interpretada por Meryl Streep), y a Jack, un hombre que se dedica a encender las lámparas callejeras cada noche y que es encarnado por el prodigio del teatro musical Lin-Manuel Miranda. Es justo la química entre Mary Poppins, Jack y los tres niños (hijos del personaje de Ben Whishaw), la que podemos comprobar en el número musical que presenciamos en el set. La canción se llama “Trip the Light Fantastic”, y en ella la pareja de adultos le enseña a los pequeños el oficio de Jack, así como la forma particular que tiene de comunicarse con sus compañeros.

Lo que más tuve que aprender fue a bailar, le dijo Emily Blunt a Entertainment Weekly. Ni Lin ni yo somos bailarines entrenados, así que eso fue lo más duro.

“Las coreografías fueron quizá lo más importante para Rob [Marshall]”, nos dice Myhre, por su parte. “Todo lo que construimos lo hicimos con los bailarines y la coreografía en mente. Rob también es el coreógrafo. No le gustan las líneas rectas, dice que las redondas son más musicales, así que todas las calles son curveadas”.

El peso de la cinta original es grande y todos en la producción lo saben. Sin embargo, al constatar de primera mano el cuidado que le han puesto y la alegría con la que cada uno de los miembros del equipo ha entrado al mundo de Mary Poppins, es fácil ver por qué la historia ha sobrevivido tanto. Lleva cinco décadas criando a varias generaciones de niños y niñas. Ya era hora de un poco de ayuda.

Un poquito de azúcar

A 54 años de su estreno, el mensaje de Mary Poppins es tan relevante hoy como lo fue aquel primer fin de semana.

ncluso aquellos que nunca vieron Mary Poppins de niños están familiarizados con sus imágenes: una niñera de la época eduardiana que baja del cielo flotando con su sombrilla mágica y baila en las chimeneas por los techos londinenses. Prácticamente todo el mundo conoce alguna de las canciones que están registradas en la memoria colectiva, ya sea consciente o inconscientemente: “Chim Chim Cher-ee”, “Un poquito de azúcar” o “Supercalifragilísticoespialidoso”. A más de medio siglo de su estreno en cines en 1964, el musical de Disney es uno de los filmes más queridos de la historia, de esos que no necesitan que el tiempo pase para ser valorados en su industria: fue un éxito con la crítica y la taquilla, además de que ganó cinco de los 13 Oscares a los que estuvo nominado.

Julie Andrews estuvo a punto de declinar el papel cuando se lo ofrecieron porque esperaba que la eligieran para la adaptación de Mi bella dama.
Adaptada de los libros que P.L. Travers publicó originalmente en 1934, la película le tomó a Walt Disney casi 20 años de trabajo de persuasión: tuvo primero que convencer a la reticente autora británico-australiana para que le cediera los derechos de su obra. Fue una decisión de la que ella siempre se arrepintió e incluso en la premiere de la película se quejó porque traicionaron a su personaje: acusó a Disney de haber hecho una caricatura de la dama, que en la novela era una nana más oscura, misteriosa y ligeramente peligrosa.

La autora detestó varios aspectos: las secuencias animadas; el hecho de que cambiaron el tiempo en que se ambientaba la historia; odió la casa en que vivía la familia Banks; repudió las canciones; le molestó que Mary Poppins fuera bonita; y, por encima de todo, detestó a Dick Van Dyke. Su enojo con Disney se mantuvo hasta su muerte en 1996. La subestimada El sueño de Walt, con Emma Thompson y Tom Hanks en los papeles de Travers y Disney, respectivamente, narró en 2013 el camino belicoso que ambos transitaron para llegar a un acuerdo, así como la posterior controversia alrededor de Mary [Poppins. “Nunca Mary, siempre Mary Poppins”, dice una estricta Travers en la película].

El señor Banks que le da nombre al título original de El sueño de Walt (Saving Mr. Banks) se refiere a la figura paterna de la familia que en el clásico Mary Poppins vive en el número 17 de Cherry Tree Lane, en el Londres de 1910. La historia de Mary Poppins arranca cuando el señor Banks (David Tomlinson) descubre que sus dos hijos precoces han escrito su propio anuncio publicitario para sustituir a su niñera tras haberla ahuyentado con sus travesuras. Aunque él lo destruye y lo quema en la chimenea, cierta nana aparece de pronto conducida por el viento. Ella le dice al padre que, además, cumple con todas las especificaciones solicitadas por los niños.

Irónicamente –tomando en cuenta que es quizás el rol con el que más se le identifica–, la actriz Julie Andrews estuvo a punto de declinar el papel cuando se lo ofrecieron. Como había interpretado el protagónico de Eliza Doolittle en la obra de Mi bella dama (My Fair Lady) en Broadway, esperaba que la eligieran para la versión cinematográfica, así que rechazó la oferta de Disney. Sin embargo, como ella nunca había hecho un filme hasta ese momento –y Warner Bros. quería un rostro más popular y cercano a las audiencias estadounidenses–, al final eligieron a Audrey Hepburn para Mi bella dama. Fue, eso sí, una decisión controvertida: Hepburn era una gran estrella pero también era incapaz de cantar, así que le pusieron la voz de Marni Nixon, a quien ni siquiera le dieron crédito en pantalla, incluso cuando el canto era una parte fundamental del personaje –que incluso supuso una nominación al Oscar en la categoría de actuación–.

Andrews, por su parte, firmó el contrato con Disney justo cuando se filtraron rumores de que el estudio estaba considerando otras opciones para Mary Poppins, que incluían a Bette Davis y Angela Lansbury. En esa época, el favorito de Walt para el personaje de Bert era, de hecho, Cary Grant, aunque hoy es casi imposible imaginar a alguien que no sea Dick Van Dyke en los zapatos del hilarante limpiador de chimeneas, quien baila sobre los tejados. Vale la pena mencionar que Hepburn y Andrews compitieron en las nominaciones a los premios de la Academia en la categoría de Mejor actriz en 1965, pero el Oscar quedó en manos de Andrews.

¿Qué hace a este filme pasar la prueba del tiempo?

La historia le habló a los niños a través de la diversión y la magia, y a los adultos les compartió el mensaje perenne de mantener la alegría, así como el de los derechos humanos y la discriminación laboral. Es posible que las audiencias –maravilladas por la “cucharadita de azúcar” en forma de bailes y música en la cinta– ni siquiera se hayan dado cuenta de muchos de estos mensajes, pero en una época en la que las mujeres no podían ni siquiera tener una tarjeta de crédito sin la firma de su esposo, la señora Banks –quien lucha por el voto femenino– y Mary Poppins fueron íconos del feminismo, símbolos fuertes e independientes que llegaron en el momento correcto y, sobre todo, para poner el orden.

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