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Los esposos que triunfaron con un salón de juegos por ser ‘godínez’ enero 3, 2019 2 min.

Una historia de amor exitosa puede convertirse también en un caso de éxito en los negocios. Para Mariana Cabra y Jorge Vélez, su aventura comenzó desde hace 27 años, cuando ambos tenían 11 y cursaban la secundaria. A partir de entonces encontraron a su socio ideal y no volvieron a separarse.

Juntos cursaron la carrera de ingeniería en sistemas, y justo ahí descubrieron su pasión por los negocios. Mientras estudiaban ofrecían servicios de reparación e instalación de software a sus mismos compañeros, así como la venta de materiales que les requerían los profesores, por lo que sabían que su camino iba hacia la creación de una empresa propia. Además, “nunca les ha gustado poner los huevos en una misma canasta”, dicen.

Años más tarde, la vida los llevó a un empleo formal en una oficina gubernamental, pero nunca desistieron del sueño emprendedor. Por eso combinaban su trabajo con la apertura de una papelería. Meses después, Jorge renunció a su empleo y apostó completamente por su negocio, lo que le permitía cuidar a su primera hija, mientras Mariana mantenía un ingreso fijo en la oficina donde laboraba para amortizar las temporadas bajas de la papelería.

En 2010, visitó la Feria Internacional de Franquicias con la intención de explorar nuevas opciones de emprendimiento, ya que el matrimonio estaba convencido de que “apostar por una marca probada daba mayor seguridad a cualquier inversión”. Ahí conoció la franquicia Press a Print, dedicada a ofrecer servicios de serigrafía, plotter, tampografía, transfer y más técnicas de impresión promocional. Este modelo se ajustó perfecto a lo que buscaban en aquel entonces, gracias a su fácil operación y al pequeño espacio que requería, por lo que adquirieron este modelo de negocio que instalaron como parte de la papelería. La inversión fue por un monto aproximado de 65,000 pesos.

Los emprendedores tenían claro que una franquicia volvería a ser la opción. Para 2014, Mariana estaba en busca de un lugar para celebrar el cumpleaños número tres de su hija, y a partir de esta fiesta conoció la marca Sipirily. El matrimonio quedó enamorado de la operación, las instalaciones y la logística con la que funcionaba el salón, así que, al descubrir que era franquicia, se convirtió en su opción para su nuevo emprendimiento.

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